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La prostitución en la época victoriana: algunos datos curiosos

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La prostitución es, como dicen, la profesión más antigua del mundo. Descubre datos fascinantes sobre cómo era en la época victoriana.

La prostitución ha sido tema de novelas y libros de historia desde hace mucho tiempo, pero durante la época victoriana era bastante común, aunque muchos ignoran esta parte de la historia de la época. Se estima que, durante esta época, más de 80 mujeres ejercían la prostitución solo en Londres.

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Fuente: mentalfloss.com

Este hecho revela la obsesión sexual de la cultura de la época. A las profesionales del placer se les llamaba «mujeres caídas», pues se las veía como un ejemplo de lo que las mujeres íntegras jamás deberían ser.

Aun así, muchas mujeres lograron ganar dinero que de otra manera no habrían podido, y las razones para trabajar en la prostitución eran diversas. Así que, descubre algunos datos interesantes sobre la prostitución en la época victoriana.

Datos sobre la prostitución en la época victoriana

 

Era el trabajo mejor pagado para una mujer.

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Lamentablemente, hasta el día de hoy, las mujeres reciben salarios más bajos que los hombres. Sin embargo, hay algunas excepciones, como industria del pornoPor ejemplo, en el que las actrices pueden ganar hasta diez veces más que los actores. En la época victoriana, la prostitución era una de las pocas opciones de empleo para las mujeres.

Esta era la única profesión en la que las mujeres podían trabajar menos horas y ganar más, ya que incluso las más educadas podían ganar tan solo 25 libras al año trabajando como mecanógrafas y en otras profesiones permitidas. Gracias a la prostitución, muchas de ellas, si eran atractivas, alcanzaban la completa libertad económica.

Había tres niveles de prostitutas.

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Fuente: buzzfeed.com

Las trabajadoras sexuales debían realizar el mismo trabajo, pero se clasificaban en tres niveles. La clase más baja estaba formada por mujeres jóvenes que trabajaban en burdeles. Se acostaban con cualquier hombre que la madama les asignara.
Además, vivían en pésimas condiciones de higiene y salud, en entornos insalubres. Las prostitutas de clase media solían ser independientes y tenían sus propios apartamentos. Podían elegir a sus propios clientes, así que ningún proxeneta ni madame se llevaba una parte de sus ganancias.

Sin embargo, ser una prostituta independiente no significaba protección alguna frente a la comunidad que vivía en los burdeles.
Las trabajadoras sexuales de más alto rango eran lo suficientemente bellas y refinadas como para trabajar solo para clientes adinerados. Algunas terminaban sirviendo a un solo hombre. Además, muchas acababan casándose con sus clientes.

Complementar los ingresos familiares

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Fuente: nytimes.com

Como se mencionó, las mujeres tenían pocas opciones laborales y la mayoría eran de bajos ingresos. Algunas esposas de comerciantes ayudaban a sus maridos en el negocio, pero también dedicaban parte del tiempo del día a la prostitución. Se estima que, en esa época, muchos hombres permitían que sus esposas se acostaran con otros. De hecho, se estima que una gran proporción de las esposas de comerciantes en esa época trabajaban en la prostitución.

Burdeles para todos los gustos

Al igual que hoy, los hombres de entonces también tenían deseos diversos, pero no podían expresar lo que deseaban en sus matrimonios. Así que la solución fue buscar los burdeles de la ciudad, especializados en diversas temáticas para satisfacer las necesidades de sus clientes.

Había burdeles tradicionales, con transexuales, gays y otros, cuyo propósito era satisfacer fantasías excéntricas. Había burdeles de flagelación, donde los hombres acudían solo para ser azotados por prostitutas.

La guía del sexo

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Fuente: smithsonianmag.com

En aquella época, los hombres adinerados interesados en acompañantes podían acceder a una especie de catálogo. Esta guía detallaba los perfiles de estas mujeres, describiendo sus características físicas, personalidad y precio. Si la mujer era virgen o extremadamente bella, el precio aumentaba considerablemente.

Exámenes médicos forzados

Fuente: vocal.media

En el siglo XIX, las enfermedades venéreas eran tan comunes que mataban a tantas personas como la guerra. Las principales víctimas eran los jóvenes soldados, que a menudo las contraían. En aquella época, para prevenir la propagación de enfermedades, se aprobó la Ley de Enfermedades Contagiosas, que obligaba a cualquier mujer (aunque no fuera prostituta) sospechosa de padecer una enfermedad contagiosa a someterse a una prueba.
Si la mujer se resistía, la ataban a una camilla. Si se confirmaba la enfermedad, la hospitalizaban para recibir tratamiento hasta por tres meses.

Finalmente, la prostitución en la época victoriana era muy común, aunque la sociedad estaba bastante prejuiciosa. Sin embargo, esto no es un hecho de la antigüedad, ya que hoy en día, muchas trabajadoras sexuales experimentan prácticamente lo mismo que estas mujeres.

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